Me hace gracia ver cómo se ponen de moda cosas que hace mucho tiempo ya eran habituales, incluso que pasado su momento llegaron a ser viejunas. Recuerdo a mi abuela María haciendo sus ricos, sabrosos y esponjosos bizcochos en sus moldes de diferentes formas. Ahora me encuentro una moda llamada bundcake o algo parecido la cual consiste en hacer bizcochos con moldes de formas de lo mas variopintas. Apoyo todas y cada una de las modas que se basen en hacer cosas ricas y bonitas, disfrutar y hacer disfrutar a los demás, apoyo cualquier cosa que nos haga saborear aún más de la vida, apoyo cualquier iniciativa sin dobleces que nos haga que nuestro viaje por este mundo de locos sea mas dulce y apetecible. Me da igual de dónde carajo vengan estas modas, tradiciones o como coño lo quieras llamar, me da igual quién lo trajo o de que país vengan, ni me planteo cada vez que como chocolate, patatas, plátano macho o un sinfín de alimentos más de donde carajo los han traído, simplemente doy gracias por poder comerlos y comprarlos con total facilidad. Nos volvemos exquisitos, exclusivos y a veces hasta sectáreos, nos creemos muchas veces en posesión de una verdad absoluta que no deja que la vida fluya, simplemente por disfrute propio y ajeno.
Parece que vivimos en un mundo dónde la globalización sólo es una teoría que ponerla en práctica nos marca como al ganado. La cocina es más simple, hay cabida para todo tipo de nacionalidades, de rutinas, de tradiciones compartidas, un lugar en el cual uno no se plantea si hay sitio para ese plato de otro país que tanto te puede gustar. Dar cabida a otras tradiciones no hace que pierdas las tuyas, dar pie a las nuevas generaciones a labrar su propio camino es tan inevitable como que ellos mismos vivan su propia vida. Nos tiramos nuestra corta existencia justificándonos y uno se cansa de dar explicaciones de cosas sencillas, tan sencillas que la complicación solo la buscan unos cuantos poniendo etiquetas a las personas. Señalar con el dedo, mirar por encima del hombro, creerse uno mejor que el otro porque tu verdad es verdadera o tu forma de vivir es la buena, la cojonuda, la que todos deberíamos vivir.
Lo veo en mi pequeña, ella va avanzando por su camino, le daré la mano siempre que ella lo necesite pero se que ella hará su vida, sus tradiciones, su historia al fin y al cabo. Ella celebra halloween, esa festividad que a nosotros no nos toca ni de lejos pero que para ella es parte del juego que le ha tocado jugar y por eso no es yankee ni hace de menos a las tradiciones patrias. La vida va cambiando, nosotros con ella y lo contrario seria un gran error.
BIZCOCHO DE POMELO
Ingredientes.
250 gr de harina floja
250 gr de azúcar blanca
3 huevos
100 gr de girasol
100 gr de yogurt natural
10 gr de Royal
1 pomelo (piel y zumo)
Cómo se prepara.
Empezaremos rallando la piel del pomelo sobre el azúcar, mezclaremos y dejaremos que vaya aromatizando ese azúcar. Por otro lado pesaremos la harina y el Royal. A continuación separaremos las claras de las yemas, con las yemas batiremos el azúcar, el aceite de girasol, el azúcar y un tercio del zumo del pomelo (el restante lo dejaremos para el frosting), una vez bien mezclado con la batidora de barillas iremos añadiendo la harina con el Royal.
Las claras las pondremos a punto de nieve y las añadiremos poco a poco a la otra mezcla, siempre con movimientos envolventes. Cuando tengamos una mezcla homogénea, untaremos el molde con mantequilla y harina y echaremos la mezcla. Hornearemos a 180 grados con el horno ya caliente unos 45/50 minutos. Sacaremos y dejaremos enfriar antes de desmoldar, dejaremos enfriar sobre una rejilla.
Para el frosting necesitaremos el zumo que nos ha sobrado del pomelo e iremos añadiendo el azúcar glas hasta tener la consistencia de gel de ducha. Lo añadiremos por encima.
On egin!