Una que se encuentra de vacaciones (por fin, pensaba que no iban a llegar nunca) le da más tiempo para pensar. A veces no se si tengo un imán para gilipollas o realmente la teoría de mi chico es real, él dice que el 90% de la gente lo es (espero que tú que me estás leyendo estés en el otro 10%). A esta teoría en mi cuadrilla le llamamos la Teoría de Jerowin (dando honor al descubridor de semejante dato que cambiará la historia de la humanidad). La verdad es que el mundo del gilipollas es muy amplio y extenso, creo que entre ellos se reconocen y no llegan ni a rozarse, seguro que hasta tienen una consigna o un gesto de complicidad en plan guiño de ojo y una sonrisa en plan: “eres de los míos, eres gilipollas”.
Los hay de diversos estratos sociales, pueden ser conocidos o desconocidos. Desde tu jefe, hasta el tendero de la esquina pasando por el presidente del gobierno, ese periodista que ladra mas que habla y hasta ese padre de un compañero de clase de tu hijo que cuando coincides en el parque y ves que lo vas a tener que aguantar solo te viene a la cabeza ese programa de televisión, si, ese ese el de mil maneras absurdas de morir.
Uno hace lo posible por no tropezarse con uno de estos, estos, estos…gilipollas pero a veces la vida te los pone para que no se te olvide qué es una tocada de cojones. Si, a veces la vida es muy perra, lo que si es verdad es que luego te lo compensa con la buena gente que hay en ese otro diez por ciento. Hay historias de esas reales, de las que dan credibilidad absoluta a las películas basadas en hechos reales. Este año me he cruzado unos cuantos pero eso os lo contaré otro día, esa será una historia reposada de esas que necesitan tiempo para escribir con la cabeza y no con las entrañas.
Esta intro está inspirada en el pie de foto que puse en mi instagram sobre la cheesecake que hoy os traigo. Ponía algo así como: “una cheesecake que se precie tiene que tener al menos cuatro dedos de altura”. De ahí me vino la de gente que conozco sin dos dedos de frente. Espero que no os los crucéis y si lo hacéis que los reconozcáis pero no para saludaros con complicidad sino para huir de ellos.
Espero que la asociación de gilipollas no se me eche encima XD.
Ingredientes.
*Para la base: 1 paquete de galletas María y 100 gramos de mantequilla
*Relleno: 900 gramos de Philadelphia
200 gramos de crema fresca
250 gramos de azúcar
3 huevos L
75 gramos de harina floja
Ralladura de 1 limón y el zumo de 1/2
1/2 vaina de vainilla
*Acompañamiento: 200 gramos de fresas
200 gramos de cerezas
200 gramos de azúcar
Zumo de 1/2 limón
Cómo se prepara.
Empezaremos triturando bien finas las galletas y derritiendo la mantequilla, mezclaremos hasta conseguir una textura de arena mojada. Forraremos el molde con papel y echaremos la mezcla de galletas y mantequilla, iremos aplastando con las manos, se irá pegando con facilidad. Cuando tengamos el fondo y parte de las paredes del molde bien cubierto de galletas lo meteremos al frigorífico al menos media hora.
A continuación echaremos el queso, la crema fresca, el limón y su ralladura, el azúcar y la media vaina de vainilla (bueno, su interior) en un cuenco grande y empezaremos a batir con la batidora de barillas. Cuando tengamos una masa homogénea empezaremos a echar los huevos uno a uno sin dejar de batir, cuando estén bien integrados añadiremos la harina. La mezcla resultante la echaremos en el molde con el fondo de galletas. Hornearemos a 160 grados 20 minutos y a 150 grados 45 minutos más. Sacaremos y dejaremos templar antes de meter en frigo, os recomiendo que pase la noche en el frigo antes de degustarla.
Para el acompañamiento os recomiendo una compota de frutos rojos, también podéis servirla sola o con vuestra confitura preferida pero para los que os lo queráis currar aquí os dejos la receta.
Limpiamos y cortamos no muy pequeño las cerezas y las fresas, las ponemos en un cazo con el azúcar y el zumo de limón. Una vez que coja el primer hervor dejaremos que se vaya cocinando durante unos 15 minutos, pasado ese tiempo sacaremos la fruta y dejaremos que el jarabe que queda siga reduciendo unos 5 o 10 minutos más, hasta que veáis que ha reducido. Guardaremos la compota en un bote bien cerrado y dejaremos enfriar antes de servir.
Para el emplatado me gusta servir la porción de tarta y añadirle por encima una cucharada de esta compota.
On egin!