Me había mentalizado, hoy me iba a sentar frente al ordenador e iba a escribir de una manera más positiva y si acaso más humorística también. Ya me he tomado mi café y mi tostada y sigo aquí delante de él sin saber muy bien qué escribir y si es posible no caer en nombrar un “relaxing cup…”. Llueve ahí fuera y si no fuera porque tengo que coger mi moto creo que no me importaría demasiado, mi pequeña hoy iba encantada camino del cole saltando de charco en charco, ellos siempre sacan lo bueno hasta de lo más tedioso.
Parece que el verano se marcha poco a poco, este año no tenemos excusa por que hemos tenido buen tiempo a porrillo y hemos podido ir a la playa, a Musika Parkean, a pasear, disfrutar de las fiestas y en definitiva todas esas cosas que hacen que almacenes bonitos recuerdos para días como el de hoy, grises y lluviosos. Para que luego no digan que no soy conformista y positiva, del otoño me gustan muchas cosas. Me gustan los días lluviosos, prepararme un té o un café, coger un libro o poner música y abrir las cortinas para ver cómo llueve. Me gusta pasear por Cristina Enea y ver cómo los árboles cambian sus colores, me gusta ver correr a mi pequeña entre las miles de hojas caídas en el suelo. Me gustan esos días que llegas a casa calado hasta los huesos y te pegas una ducha caliente. Me gustan las cenas con amigos en casa, en otoño e invierno suelen ser más que habituales.
Lo que menos me gusta del otoño es la vuelta al cole, las prisas de primera hora de la mañana, tirar de Laia y su tranquilidad y pasimonía. No tener tanto tiempo para disfrutar, la tranquilidad de la noche, una peli de dibus y saber que no hay prisa. Tiene el otro lado, ese de no tener tiempo para nada pero a mi no me importa, el tiempo pasará y se que la añoranza llegará a mi y querré que vuelvan aquellos tiempos. Vivir a tope el día a día es la única manera de que esa nostalgia se vuelva alegría y sonrisas por los buenos recuerdos. La vida se nos escapa mientras nos quejamos de todo, la vida pasa mientras te encabronas con ella, en definitiva la vida pasa a las buenas o a las malas. No tenemos otra, es ésta la que nos ha tocado vivir, así que lo mejor es disfrutarla aunque sea en pequeñas dosis.
Por el Norte ya podemos volver a poner el horno sin que nuestra casa parezca una sauna. He pasado de la heladera a mi masa madre, mis harinas y mi calorcito en la cocina. Una manera de medir los tiempos, en definitiva una actitud para la vida, una manera de vivir. Cuando veo todos los platos precocinados que anuncian en la tele me pregunto si es eso lo que queremos para nuestra vida, no lo digo sólo por lo que comemos sino por el tipo de vida que queremos. Es una actitud que nos venden, una manera de afrontar la vida, lo fácil y rápido come el camino al chup-chup, al compartir en la cocina mientras cocinamos un algo auténtico y el saber que quizás la rapidez no debería estar reñida con lo sano y lo cuidado. No perdáis el norte y que no os vendan la moto.
Ingredientes:
200 gramos de harina de Avena
50 gramos de harina panadera
5 gramos de sal
6 gramos de levadura fresca
22 gramos de miel suave o azúcar invertido
12 gramos de aceite de oliva virgen extra
110 gramos de agua
Semillas al gusto
1 gramo de mata enzimática (opcional)
Proceso:
Pondremos todos los ingredientes en un cuenco, menos las semillas, y amasaremos hasta conseguir una masa homogénea. No es una masa que haya que hacer un amasado demasiado laboriosos, ni reposos demasiado largos. Ésta es una masa que se comporta de una manera diferente, puede coger textura de un barro denso más que de una masa como las que conocemos. Dejaremos reposar la masa una hora, tapada y en un lugar templado de la cocina.
Transcurrido éste tiempo amasaremos ligeramente para quitar el posible aire que pueda tener, echaremos un poco de harina sobre la encimera y estiraremos la masa con la ayuda de un rodillo. Cuando tengamos la masa estirada, que no nos quede demasiado gorda, humedeceremos la masa y echaremos las semillas que más nos gusten. A continuación cortaremos en rectángulos y hornearemos a 200 grados unos 20 minutos o hasta que veamos que empiezan a dorarse. Sacaremos y dejaremos enfriar sobre una rejilla.
Estos crackers tienen sabor dulzón, nos irá muy bien para acompañar quesos y algún paté.
Muy bonita y suculenta tu llegada al otoño, Ainara. Laia es feliz y eso es lo importante. Comparto lo de los momentos en casa con la lluvia atizando los cristales y olor de horno encendido. Pero ojalá fuera más corto el invierno. El verano, la playa, los parques, los viajes… se me pasan demasiado rápido.
(Y a la mierda las noticias por un rato. Al menos mientras degusto un cracker).
Besos
Gracias Marta!! Por lo menos este año hemos visto mucho el sol para coger energía para el otoño y el invierno. Un besote!
Dónde hay que firmar para otro verano como éste?
Formó donde sea!!!
q rico!!!me encantan las crackers!! 🙂
me encantannnn!!! :))
Hola Ainaralo,
en tus recetas panarras suele aparecer siempre la malta. En casos como este ¿qué aporta?
Gracias & saludos,
Jose
En este caso sabor. En harinas más blancas a parte de sabor ayuda a que tome un color más dorado y atractivo. De todas maneras siempre pongo opcional pk no me parece totalmente necesaria.
Curioso… yo nunca la he utilizado. #malta
Ya te llevaré y te digo cuanto tienes que echarle al pan.
Lo del color lo tenía ubicado pero no el sabor, al menos en estas cantidades.
Gracias & saludos,
Jose
Le da un toque, ligero pero un toquecito. A mi ma gusta.
La uso poco… y en verano menos. Con el calor ¡lo que le faltaba a las enzimas! 😎
Saludos,
Jose
Aquí panarreas diez meses al año sin calor. Vivir en el Norte es así.
El panarreo es adaptación. Tan humano, que ni lo parece. Calor, frío, fermentación, tiempo, harinas distintas, trigo duro, trigo blanco, centeno y más… Tiempo y magia.
Saludos,
Jose
Que bonito, me gusta 🙂