Hoy escribo, improviso sobre una página en blanco que llenaría de improperios y palabras malsonantes, me vienen flashes de la noche de ayer, de mi cara de gilipollas viendo los resultados electorales, de pensar que nada cambia, que la gente no quiere que cambie.

Intento hacer una lectura pausada y aunque no puedo llego a varias conclusiones (sólo escribiré las que rozan ser políticamente correctas). El pueblo ha hablado, ha dicho que nos la trae al pairo que nos roben, nos maltraten, nos humillen y se rían de nosotros a la cara. Ayer Mariano saltaba de alegría, y estoy segura de los chupitos que se iba tomando por cada escaño de más que le caía, no me extraña, pensará: “soy el puto amo, aunque les escupa en la cara esta gente me seguirá votando”. Esto que está pasando es como cuando uno lee algún pasaje de la historia de la humanidad y piensas: “¿Cómo pudieron llegar a eso?”, pues nosotros somos ahora mismo parte de esa historia, de esa que estudiarán nuestros hijos y no se explicarán cómo pudo pasar.

Lo peor, ideologías a parte, es no saber castigar, no saber buscar una alternativa y quererte quedar con los que te vacían los bolsillos todos los meses. Una no es una niña y de idiota tiene bastante poco, entiendo que hay ciertas personas que viven bien con los chanchullos y tejemanejes de unos cuantos pero no todos esos siete millones y medio son de los que viven bien, hay mucho incauto que se toma esto como si fuera un Madrid- Barça, que votan al suyo pase lo que pase. El voto se presta no se da.

También hemos demostrado ser una sociedad acojonada y que se traga la mierda que le venden. Hemos demostrado que nos vende miedo y lo compramos pero de saldo, a precio de risa. Nos han vendido que para qué queremos algo nuevo (lo malo es caca) que ya están ellos que saben cómo robarnos y como negociar con ladrones.

De verdad que hoy cuesta convivir en esta sociedad, cuesta asimilar la democracia que se nos ha indigestado a muchos, esta democracia caduca y obsoleta, esta sociedad tan casposa como sus dirigentes. Una sociedad enferma, con síndrome de Estocolmo, temerosa, cobarde, inculta, triste y arrastrada.

Puede que me arrepienta de escribir esto, puede que muchos me miréis de forma diferente, pero los que me leéis sabéis que aquí la mayoría de las veces escribo desde las entrañas y desde el corazón. Además siento que hay que posicionarse.

Mi ideología es la de intentar que mi pequeña herede un mundo mejor y mientras tantos apoyen a una panda de mamones, corruptos y mentirosos no habrá manera de conseguirlo. Me reconcilio viendo el mapa de resultados, viendo mi pequeña Euskadi cual aldea Gala aguantando las embestidas de malechores y chorizos.

Mañana se me irá pasando por que mi pequeño coranzoncito no puede con tanta injusticia, por que llevo un tiempo que soy el fiel reflejo de esta sociedad enferma. Mi alma no aguanta mucho más y como es difícil seguir adelante miro los ojos azules de mi pequeña Laia donde encuentro la paz, esa que necesito tanto.

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Ingredientes.

Brotes para ensalada

Higos frescos

Queso de cabra

Orégano fresco

Pan de centeno cortado fino

Aceite de oliva virgen extra

Vinagre de vino blanco

Miel

Semillas de sésamo

Sal

Cómo se prepara.

Empezaremos por el aliño. Pondremos cuatro cucharas soperas de aceite de oliva, una de vinagre, una pizca de sal, una cucharilla de miel y otra de sésamo, removeremos bien y reservaremos.

Cortaremos los higos en cuartos y los pondremos sobre los brotes a los que habremos añadido un poco de la vinagreta. Cortaremos el queso de cabra en medallones y los pasaremos por la sartén a fuego fuerte vuelta y vuelta y lo pondremos sobre los higos.

Tostaremos el pan que lo habremos cortado muy, muy, muy fino. Tiene que quedar crujiente y fácil de romper con las manos.

Terminaremos con un poco mas de aliño y las hojas de orégano fresco.

On egin!